Crítica.
"El Aviador" ["The Aviator". M. Scorsese - 2004]
Sorprendente es que después
de las ovaciones recibidas alrededor del mundo, “El aviador” se haya visto
eclipsada por una obra de dimensiones más pequeñas (y ojo, no voy a meterme en
el debate de si una es mejor que la otra) como lo ha sido “Million Dollar
Baby”. Eso podría hablar muy bien de Clint Eastwood, director de la segunda,
por su capacidad de llegar al corazón de los espectadores con una trama repleta
de ternura e intimidad, con personajes entrañables y momentos únicos, aunque en
miniatura. Pero no hay que desmerecer el puntilloso trabajo de un Scorsese en
el mejor momento de su carrera, un hombre que por lo general hace
representaciones monumentales, lo que suponen una importante inversión de
grandes sumas de dinero, pero como digo yo, dinero bien invertido al fin. Sus
obras son ambiciosas, magnánimas, y este biopic sobre el tan versátil Howard
Hughes no escapa a estas características. Y por lo general, los que seguimos el
cine, ya sea como entretenimiento o escuela de la vida, solemos paradójicamente
relacionar lo monumental con lo pobre. Y aclaro, pobre, en un sentido
artístico, donde la ostentación acaba por tapar todas las buenas virtudes que
puede tener una historia. O en muchos casos, como las obras más “pochocleras”
(y generalizo, sí, porque no caben dudas de que existen grandes propuestas),
donde directamente tapa la historia en su totalidad. “El aviador”, con la
dirección de este tan brillante y dedicado Scorsese, no puede ser así. Y no lo
es. Alguien como él no puede dejar lo verdaderamente importante de lado, y es
por eso que es un biográfico tan bueno. Casi impecable, me atrevo a decir. Acá,
el bochinche sirve para hacer aún más resonante esta gran película, cuyas
virtudes son amplificadas por un equipo técnico maravilloso, y principalmente
por una de las profesionales más queridas del mundo de la edición, la
colaboradora del director Thelma Schoonmaker.
Hacer un paralelismo entre
Charles Kane y Howard Hughes no debe sonar exagerado, siempre al margen de sus
vinculaciones históricas, aunque los críticos de cine más ortodoxos (o los
críticos de críticos, que los hay y cada vez más) puedan llegar a sufrir
problemas cardíacos. Y lo digo, porque son dos hombres que buscan abarcarlo
todo, aunque en el fondo tengan ese costado de humanidad (sus miedos, sus
neurosis, sus recuerdos) que los hacen ínfimos en el universo de lo material y
lo espiritual. Luego, que las películas sean distintas, que estén rodadas en
dos momentos históricos distintos, que estén interpretadas por dos buenísimos
actores distintos, es otro tema. Para comparaciones no está uno, o al menos lo
intenta, porque acaba influyendo en la valoración que uno puede hacer de la
película en cuestión. Aunque sí es enriquecedor construir esta red de
personajes fascinantes que nos ha dado el cine, con una diferencia de más de
seis décadas y más similitudes que diferencias. Leonardo DiCaprio le da vida a
Hughes de una forma asombrosa, casi milagrosa. Por momentos, parece ser el
mismo Hughes quien ha tomado el control de los movimientos y los gestos de un
nervioso y arrollador intérprete, nominado al Oscar por su impresionante
personificación de este polifacético magnate. Es el títere con quien Scorsese
viene haciendo maravillas hace rato, un hombre con serias inclinaciones al
género, con algunas mejores incursiones que otras, pero con un gran talento. El
personaje principal es el alma de la obra, y sí, quizá sea más llamativo ver
cómo al sujeto se le va el apetito cuando otro mete su mano en su plato, porque
es parte del trastorno obsesivo compulsivo que sufre (una obsesión con la
limpieza y el orden tan prolijamente plasmada que merece los aplausos), y el
hecho de que sea uno de los principales exponentes de la producción
cinematográfica y de la aviación queda de lado. Pero todas constituyen la
identidad de esta persona, y en conjunto logran que uno se familiarice
rápidamente con Hughes. Después de todo, no hay que dejarse engañar. Puede
estar a muchos kilómetros sobre el suelo, pero es humano e imperfecto como
nosotros. Así, que Cate Blanchett rompa con la muralla de miedos y temblores de
los espectadores al interpretar a la mítica Katherine Hepburn de una forma
sublime, o que Robert Richardson haga uno de los trabajos en la fotografía más
notables de la década, son cuestiones que alimentan aún más este gran monstruo
que es el cine. “El aviador” es cine. Denso, pero entretenido, perfectamente
montado, de calidad indiscutible. Y Martin Scorsese, a quien gracias a “La
invención de Hugo Cabret” se le ha atribuido el calificativo de “soñador”, acá
demuestra que es un “artista”. Aunque nada necesita demostrar el director de
“Buenos muchachos” y “Taxi Driver”. Más cuando, podrá estar entre nosotros, los
mortales, pero es innegable que verdaderamente vuela en otra liga, varios
kilómetros más allá de lo que pueden llegar a ver nuestros ojos.
Puntuación: 8/10 (Muy buena)