Crítica.
[“Laurence anyways”, X. Dolan – 2012]
Xavier Dolan es uno de los cineastas más
interesantes de nuestro tiempo. El canadiense tiene poco más de veinte años, y
ha debutado a los diecinueve, si mal no recuerdo, como actor, director,
productor y guionista de su ópera prima “Yo maté a mi madre”, una de las
mejores películas del año, y seleccionada por Canadá para competir en los Premios
Oscar. Con un estilo más que colorido, que parece extraer algo de la estética
de François Ozon, muestra un cine muy personal, que ahonda en un tema que pocos
artistas han sabido retratar a la perfección. Dos de ellos son Dolan y el
español Pedro Almodóvar. Y el tema es, por supuesto, la cuestión de la
“identidad”. De ahí, que su obra (es decir, su breve pero impecable
filmografía), pueda ser considerada una de las más coherentes y personales, sin
caer en reiteraciones ni repeticiones que agobien a la audiencia.
“Laurence anyways” se centra en la vida de una
pareja durante poco más de una década, con sus idas y venidas, sus
contradicciones y sus deseos. El primer palo en la rueda del amor aparece
cuando Laurence, un profesor, le comenta a su novia que siempre se ha sentido
mujer, y que a partir de ese momento comenzará a vestirse como tal. Ella
intentará comprender su decisión, así como el resto de la sociedad. El film
sigue la mirada de los otros, la posibilidad o la imposibilidad del amor y,
ante todo, cómo uno debe luchar por su propia identidad, sin dejar que otros
influyan en algo de tal importancia. Dolan, intenta dejarnos bien en claro que
la identidad no tiene que ver con una orientación sexual, sino con una decisión
de vida. A muchos les podrá incomodar, tal vez porque no lo comprenden, que un
hombre quiera vestirse de mujer, pero siga enamorado de su novia. Es un caso de
“disforia de género”, vuelto popular en nuestro país, donde el sujeto siente
que ha nacido en un cuerpo equivocado, algo que constituye para sí una enorme
condena. Extraño para muchos, pero son dos aspectos de la vida totalmente
distintos. La genitalidad y la sexualidad, no siempre son compatibles; y tampoco
lo son, por consiguiente, la identidad y el deseo carnal.
Estamos hablando de una obra con un estilo vintage,
pop, jovial, con un gran manejo de cámara y algunas secuencias ralentizadas que
son una maravilla, principalmente las que sirven como metáforas que nutren al
relato en su conjunto. Es chic desde su título, que no se explica del todo
hasta el final. En el camino, 165 minutos de duración, que rompen con las
convenciones del género. Después de todo, no es un estilo de película que suela
exceder las dos horas y media, ni las dos horas, pero a pesar de demorarse en
el arranque, por su exceso de elocuencia, acaba recompensándonos con una
historia apasionante, sincera e interpretada magistralmente por dos monstruos
como Suzanne Clément y Melvin Poupaud.
La considero, ante todo, una de las producciones
mejor dirigidas del año. Puede reconocerse un espíritu propio, que busca
recalcar el valor de la identidad propia sobre cualquier otra cosa, incluyendo
otras que hasta pueden resultar triviales (y acá, trivializadas), como el amor.
Y está minada de imágenes potentes y bellísimas, que harán deleitarse al
mismísimo Almodóvar, a quien parece (por su humor, su estilo y su discurso)
rendir homenaje. Sus puntos débiles están en el guión, porque es una obra bastante
irregular, con varios altibajos que acaban afectando a la historia de estos dos
amantes a la deriva sentimental. La primera mitad es considerablemente superior
a la segunda, pero en general, el final dejará satisfecho a cualquiera. Es
imposible resistirse al encanto de este cineasta, todo un pequeño gran artista,
una de las grandes promesas de la cinematografía mundial, una de las presencias
más brillantes del panorama actual, evidenciado en ese breve cameo, donde con
los ojos algo pintados y un cigarro en la boca, goza del éxito de lo que
probablemente sea su mayor orgullo: su trabajo más personal y estéticamente
sobresaliente.
Puntuación: 7/10 (Notable)